Ella es de clase alta.  Una mujer muy delgada y de voz calmada, nunca sube el tono de su voz.  Anda siempre con unas gafas de sol oscuras, de esas que cuestan una fortuna.  Mi amiga, no voy a decir su nombre, siempre huele bien, es elegante a cualquier hora, aunque viste de forma normal, unos pantalones de vaqueros, una blusa blanca, limpia, sin llamar mucho la atención... en la ciudad hay mucho crimen y uno tiene que mezclarse con el resto de la gente. 

Siempre viste con colores neutros, esconde dentro de la fina blusa una cadena de oro, y luce unos pendientes que fueron de su abuela, un reloj pequeño, un bolso tejido, calzado plano, sin tacones, para cuidarse de no caerse.  Ella no parece nada del otro mundo, pero si te acercas un poco, y la observas detalladamente entonces puedes darte cuenta que el reloj es de oro, y nada de lo que lleva es casual, incluso el bolso artisanal guarda su ipad, su móvil, como si nada, lleva en su cuerpo delgado más de 25,000 Soles, muy disimulados.  Ella habla siempre con cortesía, su tono es bajito, y escucha, sabe escuchar, es una señora de los pies a la cabeza sin ostentación , ella fue educada en la más estricta de las escuelas de alta alcurnia, la de que no se note quién o cuánto tiene. 


Eso sí, voy a ser clara, su ignorancia es la de su clase y vive en su imaginario inconsciente, en el mundo de las personas que piensan y sienten que los que no tienen es porque no quieren, que la gente es pobre porque no trabaja, que a quien le va mal ,es porque se lo ha buscado, que todos tienen su merecido, y miles de cosas así, pero ella lo ignora, vive oblivia a la realidad, porque no ha tenido la necesidad de ponerse a prueba y lo más cercano que conoce a ser solidaria es la pena, la lástima, esa que siente por los mendigos que extienden la mano, por eso siempre lleva monedas, moneditas, sueltas para dar algo a los que encuentra todos los domingos a la salida de misa, porque ella nunca deja de asistir a la Iglesia  ¿la conoces? 



Un día, hace poco, y porque nadie es libre de lo que nos puede pasar en la vida, a mi amiga, le pasó algo inesperado, casual, duro, brutal. Y yo pienso que no fue casualidad.  Resulta que en un viaje, (ella viaja mucho) se equivocó de puerta de embarque,  y así de avión,y lo mismo de destino.

Su destino final era nada menos que la tenebrosa Uganda, y la terrible realidad de saberse sin posibilidad de vuelta hasta pasada una semana. Entonces un generoso (atractivo) médico de una ONG, le ofreció cobijo, y ahí comenzó su experiencia infernal. 

Mi amiga no llevaba  maleta, solamente su bolso artesanal , su móvil, y su ipap. No le quedaba sino aceptar y lo hizo, aceptó, y en unas horas se sumergió en plena campaña de vacunación, en un campamento perdido, durmiendo entre mosquitos que se la comieron viva, y otros miles de insectos, cogiendo con sus brazos delgados a niños diminutos, en casas sucias, embarradas, pasando calores, sed, hambre, y ayudando a coser heridas infectadas, asisitiendo en partos en condiciones infrahumanas. 

Aquellas experiencias, primero, la espantaron,  después vino el sentimiento de estar abrumada, de no poder creer lo que pasaba en su vida, la vivencia, su realidad terrible, la abrumó, no dejo de llorar en días y noches, y al fin la endureció. Fue una semana de vida en el mismo Infierno.

Entonces, por fin volvió a su casa.   Pero no volvió nunca a ser la misma.  Ni a mirar igual, ni a vestir igual.  Algo, en su interior, se rompió, en mil pedazos. Mi amiga ya no era la misma.

Indudablemente la vida te puede cambiar en in instante.  En un viaje.    Y hay viajes, que tienen billete de ida, y un punto de no retorno. Todo pasa por algo.  A todos nos llega la hora de saber reconocer nuestro destino.


Yo la conocí unos segundos, me dio un fuerte abrazo,  ¡oh la conocí antes de marcharse mucho, era mi amiga de la infancia!, quiero decir, después, al regresar, me miro, y me dijo ¡Marisabel,  cuanta razón tenías! Luego, la vi marchar, camino de unas misiones, no he vuelto a verla...anda por ahí, a veces me escribe, y me dice que es feliz ayudando a los pobres. 

Y yo sé que es verdad, me consta, mi amiga es feliz, siempre delicada, sigue siendo fina y educada, pero ya no es indiferente al dolor ajeno, y ahora comprende lo que es convivir entre infiernos de pobreza, miseria y enfermedad en donde a pesar de todo reina el amor en el aire y se ven milagros y se conocen a los santos.






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